Novela
José García Illa

Presentación / Los personajes de la novela

Los personajes de la novela

Ningún relato puede concebirse sin los personajes que intervienen. Y, desde el punto de vista del autor, uno los concibe y los imagina, los dota de una imagen física aunque no sea explícita, de unos rasgos de carácter y personalidad, de unos gustos y aficiones, y decide sobre su comportamiento y su interacción mutua. Desde luego, es el autor el que decide finalmente sobre su destino.

Sin embargo, son ellos los que conforman la historia narrada. Pero no se trata sólo de esto: tras decenas o centenares de páginas, parece como si los personajes cobrasen vida propia; tras varios meses de convivir con ellos, el autor se ve sometido a la ilusión de que se convierten en personas reales, de que son ellos mismos los que realizan las acciones y los que toman las decisiones que los conducirán al desenlace, que debe ser coherente con sus actos.

Pero por ello mismo, el autor no puede evitar sentir a sus personajes como sus criaturas, en el sentido más afectivo y emotivo del término. No puede dejar de alegrarse o entristecerse con ellos; de amar, de sufrir y de gozar junto a ellos; de solidarizarse con sus desdichas y de alegrarse de sus éxitos. En definitiva, uno no puede dejar de encariñarse con ellos, y llega a comprender al pobre Pigmalión, enamorado de su propia creación.

Pero aún hay más: por mucho que se insista en que no se trata en absoluto de una obra autobiográfica, y aunque intente separarse y mantenerse a distancia, el autor usa muchas veces a los personajes para transmitir sus propias opiniones, gustos e ideas, y a pesar de que trate en ocasiones de permanecer neutral, siente que no sería honrado ocultarlas o disimularlas siempre. Por ello, los personajes acaban siendo un reflejo de la propia personalidad del autor. Más de un amigo me ha comentado que me reconoce a mí mismo a través de ellos, como "distribuido" entre los diversos personajes de la novela; no sé si eso es bueno o es malo, pero "es lo que hay", como dice una expresión castiza. Por supuesto, no todo lo que se dice o se cuenta de los personajes o en sus vidas me es atribuible a mí como persona —la caracterización física del protagonista masculino, obviamente, no lo es—; os dejaré que adivinéis lo que es auténtico de lo que es pura invención.

Por tanto, no sé si me será fácil describir a "mis" personajes. Pero trataré de hacerlo brevemente, de la manera más objetiva posible y sin desvelar las claves principales de la trama argumental.

En primer lugar, tenemos a Lidia. Se trata de una chica moderna y desinhibida, que estudia canto y piano y pertenece al orfeón de su ciudad y al coro de cámara del conservatorio. Caracterizada por cualidades esencialmente positivas —atractiva, cariñosa, responsable, trabajadora, leal con sus amistades y sincera y honrada en sus relaciones afectivas—, sin embargo, su adolescencia estuvo marcada por la muerte de su padre, lo cual la configuró como una muchacha algo tímida e insegura. En su juventud ha tenido diversas relaciones poco afortunadas que la han convertido en una escéptica respecto al amor. No obstante, nada de ello le ha hecho perder su energía y su vitalidad, pero para poder alcanzar plenamente sus metas deberá superar los "fantasmas del pasado" que a menudo la atenazan.

Como contrapartida masculina, aparece Leandro, el policía informático de mirada limpia y de sonrisa abierta, de aficiones polifacéticas e intereses múltiples, que bajo una apariencia lógica y objetiva esconde un alma apasionada y un carácter enamoradizo. En contraposición a Lidia, es completamente lego en cuestiones musicales, pero se siente impresionado la primera vez que va a un concierto, y no sólo por la presencia de Lidia. Su honestidad profesional le llevará a anteponer su deber a sus intereses personales, y llegará a poner en peligro su relación con Lidia e incluso la propia vida. También él deberá superar sus limitaciones, la dificultad para manifestar sus sentimientos y para establecer compromisos afectivos estables.

Existen otros personajes aparentemente secundarios que después alcanzan un protagonismo inesperado; no los nombraré a todos, para no desvelar parte del misterio. Particularmente, me impresiona la figura de Nieves, la policía dura, fría, implacable, pero que al final se mostrará mucho más humana de lo que era previsible e intervendrá de manera decisiva en el desarrollo de la acción.

Y, en el lado oscuro, están "los malos". Quizá pueda acusárseme de un cierto maniqueísmo, pero debe tenerse en cuenta que, en definitiva, se trata de un himno a la alegría, y que no me interesaba en esta ocasión profundizar en las interioridades y en las contradicciones de ciertos caracteres. Y ya se sabe que en toda trama policíaca debe haber un asesino, ¿no?

Por otra parte, hay personajes ambiguos, como Lucas, el antiguo novio de Lidia. Tuve la tentación de hacer que Teresa de alguna manera lo pusiese en vereda, lo metiese en cintura, lo reformase; pero al final desistí del intento dado el carácter espinoso y potencialmente peligroso del asunto (creo que ninguna chica que se encuentre en la situación de Lidia o —tal vez— de Teresa deben confiar en que ello sea posible); en fin, su "maldad" queda quizá diluida o matizada en cierta forma por su pertenencia al grupo de los músicos, de los orfeonistas, de los estudiantes, colectivo global en el cual he volcado mis afectos y mis preferencias.

Un himno a la alegría, disponible en la tienda Amazon.

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